CÓMO SE HACE UN LECTOR.
Con frecuencia me pregunto qué responder a quienes me plantean el tema de la lectura: ¿Qué hay que hacer para aficionarse? ¿Cómo hacer para que mi hijo o mi hija lean? ¿De qué modo se consigue el hábito lector?
La primera respuesta consistiría en preguntarle a quien pregunta si él lee. Si es así, pues nada, que siga y se muestre sin más con su ejemplo. En caso negativo, que se abstenga de obligar a nadie a leer, o forzarle. Porque el verbo leer como el verbo amar, no admiten el modo imperativo. Nadie ama a alguien porque se lo manden, del mismo modo que nadie lee por obligación. Y si esto sucede así, estaremos dando los pasos para un seguro y pronto aborrecimiento.
En segundo lugar, le diría que a los niños no hay que enseñarles nada, hay que encantarles, hacerles sentir la magia, la belleza, el placer de la lectura. Y para trasmitirle esta pasión, hay que estar apasionado uno mismo. A fin de cuentas sólo se transmite aquello que se siente dentro del corazón. Y la transmisión más veraz se produce por la vía del ejemplo.
En tercer lugar, es muy importante que padres, madres, maestros y maestras lean. Se distingue a un leñador porque lleva consigo un hacha, a un pintor porque lleva brochas o pinceles… Y a un maestro o una maestra porque siempre llevan libros consigo. Y los llevan como un objeto preciado, casi con sensualidad. Porque los libros tienen aromas y tactos diversos, y formas y colores y sonidos. Son piezas de arte, desde el exterior hasta lo íntimo.
En cuarto lugar, recordar a padres, madres, maestras y maestros que debemos llenar al niño de cantos, cuentos y lecturas desde su más tierna edad. Primero se educa en el canto, en la sonoridad de las palabras, en el ritmo y la rima. Primero se hace lector el oído; y cuando nuestro oído ha recibido cientos de cantos, se empieza a leer desde el ojo. Y el ojo es indómito y necesita disciplinarse y sentir embeleso. La lectura de poemas es muy adecuada en los inicios y debe ocupar largo tiempo.
Quinto. En la escuela ha de haber tiempos diarios para la lectura. Tal vez la primera media hora de entrada, los niños se acomodan poco a poco en su lugar de trabajo, abren su libro de lectura y comienzan su diario viaje lector. El maestro interviene en mayor o menor medida en función de la edad del niño. En ocasiones, la lectura será coral y se aplicará al ritmo, la gracia y la entonación.
Sexto. En la casa también debe haber un tiempo lector y un lugar adecuado para leer: puede ser la habitación del niño o la niña, o un espacio compartido, pero sin aparatos eléctricos que distraigan la paz. A los más pequeñitos se les cuenta cada día, y se les lee. Y si en casa no hay libros adecuados o suficientes, se solicitan a la maestra o a la bibliotecaria.
Séptimo. Sería ideal que en la casa haya libros. Libros que los padres leen. Y que cuando sea posible, el niño empiece a formar su propia biblioteca; que podría surtirse de primeros libros que se regalan en cumpleaños u otras festividades. ¿Y qué libros regalar? Pues creo que sería muy conveniente pedir opinión o consejo a maestros o bibliotecarios, de igual modo que un padre se dirige al médico cuando requiere consejos sobre la salud de su hijo. Los libros se ocupan de la salud del alma.
Octavo. Me parece muy saludable, asimismo, visitar con los hijos bibliotecas municipales, que suelen estar muy bien surtidas y disponen de buenos profesionales para atendernos. Esas visitas podrían tener una periodicidad quincenal, tal vez. De igual modo se debe ir con los hijos alguna vez a las librerías y adquirir algún ejemplar. Se debe comprar con conocimiento de causa, no al peso.
Novena. Y por supuesto debemos hacerle fiestas al libro. Aunque la lectura sea un hecho cotidiano, a veces el libro salta de júbilo, sale a la calle o se hace por completo protagonista, en las ferias del libro, por ejemplo… los libros de la maestra van y vienen a la casa de todos y se encuentan en la clase de forma diferente..., EL LIBRO, prolongación de la memoria y la imaginación del ser humano, como Borges dijo
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