AGRADECIDOS POR SU VISITA

FACEBOOK

jueves, 30 de mayo de 2013

CÉSAR VALLEJO Vanguardismo en el Perú

CÉSAR VALLEJO

Vanguardismo en el Perú
 Al respecto comenta Washington Delgado: “El nacimiento del vanguardismo peruano se produjo en un momento de cambios y conmociones sociales que si no llegaron a constituir una revolución explícita, mostraban por lo menos un malestar en el cuerpo del país que en cualquier momento pudiera haberse generalizado y vuelto explosivo (…) Una conciencia social que, algo más tarde, se manifestará con mayor claridad, en la huelga de 1919 por las ocho horas de trabajo. La elección de Billinghurts en 1912 y la huelga general de 1919 con fechas que marcan una nueva etapa en la historia del Perú. Entre ambas se fermenta nuestra vanguardia.
El movimiento vanguardista significó estéticamente un giro de ciento ochenta grados; pero, como todas las revoluciones, si bien realizó un cambio fundamental de dirección, no dejó de aprovechar la lección de algunos miembros de generaciones y escuelas anteriores (…) El modernismo último inició el acopio de unos materiales que serían más exacta y abundantemente aprovechados por los movimientos de vanguardia.
Si nuestro modernismo no fue inicialmente muy puro, se puede observar asimismo que nuestra vanguardia no mantuvo en general la pureza estética de los “ismos” europeos. Aparte de que en el Perú no se desarrollaron de una manera diferenciada e independiente movimientos cubistas, creacionistas, ultraístas, surrealistas o expresionistas, se puede señalar que en general nuestros vanguardistas poseían una vitalidad expresiva y un tono emocional que se aleja de la fría objetividad impersonal de los “ismos” europeos más extremados, como lo podemos notar con la obra poética de César Vallejo, Carlos Oquendo o Martín Adán y aún en la de surrealistas más refinados como Westphalen y César Moro (…).
Aunque sus primeras manifestaciones se remonten a 1915 ó 1916 y su espíritu creador se prolongue hasta 1940 o más allá todavía, la plenitud del vanguardismo peruano se sitúa entre 1920 y 1930. Debemos señalar también que en esta década se nota un predominio de la poesía sobre los demás géneros literarios como actividad creadora. En la misma década, sin embargo, se desarrollaron otros géneros y una serie de obras y eventos intelectuales, culturales o sociales que no tuvieron relación estricta con el vanguardismo: la Reforma Universitaria, la fundación del Partido Aprista, la aparición en el Perú del socialismo y el comunismo, los Siete Ensayos de Mariátegui, los Cuentos Andinos de López Albújar. (…) En la década del veinte confluyen diversos movimientos e inquietudes o líneas de acción literarias, culturales y políticas, desde el punto de vista literario nos parece que la poesía vanguardista posee una importancia singular por sus méritos intrínsecos y por sus proyecciones en la literatura posterior, las cuales llegan hasta hoy. Hoy hemos señalado dos libros de esos años cuyo valor es indudable; se les podría agregar aún otros y sobre todo la abundante poesía publicada en revistas; pero basta uno solo para demostrar la importancia de la poesía en la época: Trilce, libro verdaderamente impar y que equivale a una piedra blanca en nuestra historia literaria”  (1)
El vanguardismo significó: Un alejamiento de los prototipos realistas del siglo XIX; la experimentación (búsqueda de nuevas formas expresivas) constituye la columna vertebral de la concepción estética; la modernización del lenguaje en los años 20 y 30 (por ejemplo Trilce fue publicado en 1922); el empleo del verso libre sin una métrica ni rima fijas. Así como también la incorporación de un nuevo léxico.
Representantes:
  • Alberto Hidalgo: Panoplia lírica (1917), Simplismo (1925). (2)
  • César Vallejo: Trilce
  • Martín Adán: La Casa de Cartón
  • César Moro: La tortuga ecuestre
  • Emilio Adolfo Westphalen: Abolición a la muerte
  • Carlos Oquendo de Amat: Cinco metros de poemas
  • Xavier Abril: Difícil trabajo
  • Juan Parra de Riego: Polirrítmico dinámico a Gradín
César Vallejo
(La Libertad, 1892 - París, 1938)
César Vallejo y su esposa Georgette.
Nació en Santiago de Chuco, departamento de La Libertad, en la sierra norte del Perú, el 16 de marzo de 1892. Fue el menor de una familia de once hermanos, con ancestros vinculados al sacerdocio. Sus padres fueron Francisco de Paula Vallejo Benites y María de los Santos Mendoza. Cursó estudios de secundaria en el colegio San Nicolás de Huamachuco (1905-1908) y, ante la imposibilidad de ingresar a la universidad debido a su precaria economía, trabajó como ayudante de cajero en la hacienda azucarera “Roma”. En 1913 se trasladó a Trujillo para estudiar medicina, pero abandonó dicho proyecto e inició la carrera de Letras en la universidad nacional de dicha ciudad, graduándose como bachiller en 1915, con su tesis El romanticismo en la poesía castellana. Trabó amistad con el grupo literario “La bohemia de Trujillo”, encabezado por Antenor Orrego y Víctor Raúl Haya de la Torre. Publicó luego las primeras versiones de algunos poemas que compondrán más tarde Los heraldos negros en los diarios La Industria y La Reforma de Trujillo (1917). Ese año enseñó primaria en el colegio Nacional San Juan de Trujillo, donde tuvo como alumno a Ciro Alegría.
En 1918 Vallejo se trasladó a Lima, como consecuencia quizá de un desengaño amoroso. Ese año publica Los heraldos negros, con evidente influencia del modernismo, principalmente de Darío, de Herrera y Reissig y de Chocano; dejando entrever, sin embargo, rasgos originales como una mayor sencillez, coloquialidad y una visión religiosa de la existencia. La obra tuvo una fría acogida de parte de la crítica especializada.
En Lima cultivó la amistad de Manuel González Prada y José María Eguren, reputados poetas de generaciones anteriores. Asimismo se vinculó a jóvenes escritores, varios de ellos provincianos agrupados alrededor de las revistas Colónida y Amauta, entre ellos Abraham Valdelomar y José Carlos Mariátegui, quien escribió un importante estudio sobre la poesía de Vallejo, incorporado a su libro Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana.
Vallejo se dedicó a impartir clases en el colegio Nuestra Señora de Guadalupe y, estando de visita en su pueblo natal, resultó involucrado en unos violentos incidentes, siendo detenido junto a uno de sus hermanos “por incendio, asalto, homicidio frustrado, robo y asonada”. Esclarecida la injusticia de su detención y encarcelamiento por cerca de cuatro meses, el poeta encontró tiempo suficiente para cursar estudios de Filosofía y Letras en la Universidad de San Marcos. En 1921 ganó el certamen literario organizado por la Sociedad Cultural “Entre Nous”, con el cuento titulado Más allá de la vida y la muerte. El premio le permitió editar su segundo libro de poemas,Trilce (1922), trabajado en los talleres de la cárcel donde estuvo preso. En esta obra Vallejo canceló definitivamente la herencia del Modernismo, creando un lenguaje original, con experimentos formales afines al Creacionismo y al Expresionismo.
En 1923 abandonó el Perú con destino a París, atraído por la cultura francesa; allí vivirá la bohemia del extranjero. Lo deslumbró el Louvre y frecuentó los cafés de Montparnasse y el Barrio Latino. Jamás retornaría al Perú. Conoció a Picasso, quien lo retrató en un célebre boceto. Sin trabajo, agobiado por diversas dolencias y por la muerte de su padre, escribió varios de los llamados Poemas en prosa que figurarían más tarde en Poemas humanos. Alternó hacia 1924 con los intelectuales de la época y conoció a Huidobro, Desnos, Tzara y Marcel Aymé. Consiguió un puesto de trabajo como corresponsal en la empresa de los Grandes Periódicos Ibero-americanos (1925).
Se dedicó a la creación literaria y, paralelamente, a la profesión periodística, que lo convirtió en prolífico articulista. Colaboró con la revista Mundial de Lima y viajó por primera vez a España (1925). En 1927, conoció a la que habría de ser su esposa, Georgette Philippart. Cada vez más influido por el marxismo, Vallejo visitó la Unión Soviética en 1928 y retornó un año después, en compañía de Georgette, ya casado. La pareja recorrió Berlín, Leningrado, Moscú, Praga, Viena, Budapest, Venecia, Florencia, Roma, Génova y Niza. En 1930 el poeta fue expulsado de Francia por sus actividades políticas, instalándose en Madrid, donde publicó la segunda edición de Trilce, con prólogo de José Bergamín y un poema de Gerardo Diego. Vallejo se afilió al Partido Comunista de España y publicó su novela El tungsteno (1931), tributaria del realismo socialista. Por tercera y última vez visitó la Unión Soviética, viaje que sería el origen de su libro Rusia en 1931. Colaboró, desde 1933, en Germinal, de París, con artículos sobre la situación social del Perú y con críticas a los surrealistas, a favor de un arte comprometido y realista. Debido a la precariedad económica de la pareja, Georgette vendió su habitación. En 1936 el matrimonio se instaló definitivamente en el hotel Du Maine.
Al estallar la Guerra Civil en España, Vallejo se consagró al apoyo republicano. En diciembre de 1936 viajó a Madrid y Barcelona, y tomó parte en el congreso de escritores antifascistas de Valencia (1937), al que asistieron Pablo Neruda, André Malraux y Octavio Paz, entre otras personalidades. De regreso a París, fundó el Comité Iberoamericano para la Defensa de la República y participó en la organización de Nuestra España, vocero del citado comité, junto con Pablo Neruda.
Vallejo, que durante diez años había abandonado la poesía, incursionando en otros géneros como la crónica y el teatro, se dedicó a escribir febrilmente España, aparta de mí este cáliz.
Algunos poemas suyos fueron publicados en la revista El mono azul, que dirigía el poeta Rafael Alberti. El 15 de abril de 1938, después de una penosa agonía en la clínica Aragó, falleció en París, tal como lo anunció en su poema Piedra negra sobre una piedra blanca. Raúl Porras Barrenechea y Francisco García Calderón, sufragaron los gastos del sepelio, y el poeta Louis Aragon realizó su elogio fúnebre. Sus restos fueron enterrados en el cementerio de Montrouge, donde reposan aún. Un año después, bajo el cuidado de Raúl Porras y Jean Cassou, se publicó en París Poemas humanos.
 Obras
Poesía
  • Los heraldos negros (1919)
  • Trilce (1922)
  • España, aparta de mí este cáliz (1939)
  • Poemas humanos (1939)
  • Poemas en prosa
Narrativa
  •  Paco Yunque (Cuento, 1931)
  • Escalas melografiadas (cuentos, 1923)
  • Fabla salvaje (novela, 1923)
  • El tungsteno (novela, 1923)
Teatro
  •  Moscú contra Moscú (1930);
  •  Lock out (1931)
  •  Colacho hermanos
  • La piedra cansada
Ensayo
  • El arte y la revolución (1973)
  • Contra el secreto profesional
Crónica
  • Rusia 1931
TRILCE
Con el genial libro Trilce (escrito en 1919-1921, publicado en 1922), Vallejo instala un lenguaje poético de sorprendente intensidad y originalidad, único en la poesía contemporánea de nuestro idioma.
Trilce pulverizó las normas estéticas y retóricas, radicalizó la crisis de valores religiosos, metafísicos y éticos perceptibles en Los heraldos negros. El libro arrasó con el pasado, en pos de un nuevo orden.
La obra presenta características de una obra vanguardista. Los críticos manifiestan que hay de dadaísmo, creacionismo y existencialismo en la obra. Sin embargo, Xavier Abril dice que “afirmar que esta obra es producto de la vanguardia, eco del dadaísmo o del creacionismo, es una vaguedad impropia de un auténtico espíritu crítico” (3). El estudioso sentencia “estoy seguro que sin el modelo de Mallarmé, Vallejo no hubiera podido trascender y superar el balbuceante estilo de su obra primera (…). Trilce representa, además de la emoción y el intuicionismo bersognianos, la expresión del existencialismo” (4). Notamos que, al final, el crítico afirma que Trilce tiene de existencialismo, corriente vanguardista.
Dice Alberto Escobar: “Trilce se levanta como una alternativa distinta, como un experimento que se juega en la proporción que reniega de las convenciones y se atreve a la búsqueda de un dominio desconocido, que contraría a la tradición” (5).
Washington Delgado afirma: “En Trilce culmina la revolución poética  iniciada en Los heraldos negros y Vallejo muestra un afán desesperado por revelar sin trabas su rica intimidad anímica, sin respeto alguno por las normas del verso tradicional o de la gramática (…) La poesía de Trilce, difícil y oscura, nos descubre un mundo puramente interior, una vida intensa y escondida. Sus anécdotas principales, la vida oscura en la provincia lejana, los juegos de la infancia perdida, la madre inolvidable, los días de prisión, algunos amores fortuitos, la vida del hogar con el padre y los hermanos, son el origen de emociones personalísimas que unifican cada poema y el conjunto del libro. El ilogicismo, la arbitrariedad, los neologismos, la sintaxis entrecortada, la incomprensibilidad poética configuran la esencia emocional de Trilce” (6).
Roberto Paoli manifiesta lo siguiente: “Vallejo no toleró que el ultraísmo matara la emoción, que fue siempre el centro de su poética humana, pero se sirvió de éste para volverla más desnuda y vibrante. Lo mejor de Trilce es el resultado, justamente, de este feliz encuentro (que es, en realidad,  inhábil compromiso) entre lo formal y lo informal; entre la naturalidad de una actitud emotiva, sentimental, y un uso parco, inteligente, de la nueva técnica, liberadora de exterioridad  y de la retórica del modernismo” (7).
Américo Ferrari en su excelente estudio de la obra Vallejiana dice: ”Trilce es efectivamente una experiencia, o un experimento, pero experimento no formal ni intelectual, sino, ante todo, vital, y destinado, puesto que lo realiza un poeta, a fijarse y a comunicarse en ciertas formas. Para el poeta se trata de crear y de poner a prueba dichas formas. Tal es uno de los objetivos de Trilce: una busca (…) Trilce, desde el punto de vista de la escritura, representa una extrema tensión entre estas dos necesidades del poeta: destruir y construir. Destruir los marcos establecidos, las formas cerradas, inadaptadas a la libertad de la intuición poética, para construir una poesía abierta que, en lugar de dar cuenta a posteriori de lo pensado, quiere interceptar el pensamiento en sus fuentes vivas, seguirlo en sus arranques, sus interrupciones, sus aceleraciones, sus demoras y sus retrocesos, revelarlo pensante y, por consiguiente, siempre imperfecto, siempre infinito. Pero esta poesía es una poesía elaborada, y en modo alguno un balbuceo incoherente ni meramente espontáneo” (8).
Roberto Fernández Retamar en su artículo “Para leer a Vallejo” manifiesta que 1922 es el año de la marcha de Mussolini sobre Roma en el terreno político y, en lo literario, el año de la aparición de Ulises de James Joyce, Tierra baldía de T.S. Eliot y, Trilce de César Vallejo.
“no en un centro mayor de cultura europea, sino en una ciudad peruana, y en humildísima edición hecha por manos de presos, también ese año aunque es cosa que sucede recordarse bastante menos-, apareció Trilce de César Vallejo. La importancia de este libro para la poesía de la lengua española, no es menor que la que tiene la inglesa, el de Eliot; para la francesa el movimiento surrealista…”
Mario Benedetti en el artículo “Vallejo y Neruda, dos modos de influir”, dice de Vallejo respecto a Trilce:
“lucha denodadamente con el lenguaje y muchas veces, cuando al fin consigue someter a la indómita palabra, no puede evitar que aparezcan en ésta cicatrices del combate. Si Neruda posee amorosamente a la palabra, con pleno consentimiento de ésta, Vallejo en cambio la posee violentándola, haciéndola decir y aceptar por la fuerza un nuevo y desacostumbrado sentido” (9).
Antología (todos los poemas aquí)
XIII
Pienso en tu sexo.
Simplificado el corazón, pienso en tu sexo,
ante el hijar maduro del día.
Palpo el botón de dicha, está en sazón.
Y muere un sentimiento antiguo
degenerado en seso.
Pienso en tu sexo, surco más prolífico
y armonioso que el vientre de la Sombra,
aunque la Muerte concibe y pare
de Dios mismo.
Oh Conciencia,
pienso, sí, en el bruto libre
que goza donde quiere, donde puede.
Oh, escándalo de miel de los crepúsculos.
Oh estruendo mudo.
Odumodneurtse!
XVIII
Oh las cuatro paredes de la celda.
Ah las cuatro paredes albicantes
que sin remedio dan al mismo número.
Criadero de nervios, mala brecha,
por sus cuatro rincones cómo arranca
las diarias aherrojadas extremidades.
Amorosa llavera de innumerables llaves,
si estuvieras aquí, si vieras hasta
qué hora son cuatro estas paredes.
Contra ellas seríamos contigo, los dos,
más dos que nunca. Y ni lloraras,
di, libertadora!
Ah las paredes de la celda.
De ellas me duele entretanto, más
las dos largas que tienen esta noche
algo de madres que ya muertas
llevan por bromurados declives,
a un niño de la mano cada una.
Y sólo yo me voy quedando,
con la diestra, que hace por ambas manos,
en alto, en busca de terciario brazo
que ha de pupilar, entre mi dónde y mi cuándo,
esta mayoría inválida de hombre.
Nota: La información presente está tomada del libro Literatura Peruana de Carlos Pariona Rojas.
_________________________
(1) Delgado, Washington. Ob. cit. pp. 111-113.  
(2) El simplismo: Es una técnica literaria que, influida por el futurismo y el creacionismo, consistía en el uso extensivo de la metáfora y la autonomía de cada verso, condensando de éste modo su lenguaje poético, generalmente altamente subjetivo.  
 (3) ABRIL, Xavier. Vallejo. Edic. Front, Buenos Aires, 1958. Pág. 123.  
 (4) ABRIL, Xavier. Ob. Cit. Pág. 123.  
 (5) ESCOBAR, Alberto. Cómo leer a Vallejo. Villanueva Editor, Lima, 1973. Pág. 83.  
(6) DELGADO, Washington. Ob. Cit. Pág. 116.  
(7) PAOLI, Roberto. Ob. Cit. Pág. 13.  
(8) FERRARI, Américo. Ob. Cit. Pág. 249-250.  
(9) Los dos autores Roberto Fernández Retamar y Mario Benedetti son citados en el libro Las palabras de Trilce de Marco Martos y Elsa Villanueva. Seglusa Editores. Lima, 1989. Pág. 13.  
   
   

0 comentarios :

Publicar un comentario