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jueves, 30 de mayo de 2013

La repatriación de los manuscritos de Gamaliel Churata

La repatriación de los manuscritos de Gamaliel Churata




Después de participar en el “Simposio Internacional sobre Estudios Transandinos” en la Ruhr-Universität Bochum que tuvo lugar entre el 31 de enero y 2 de febrero, en un suburbio de la ciudad alemana de Dusseldorf, un grupo de participantes nos dirigimos a Berlín. La mayoría tiene el plan de visitar la legendaria biblioteca del Instituto Iberoamericano que conserva incunables sobre y de Latinoamérica que solo se encuentran allí. La primera noche en Berlín cenamos en el restaurant pub “La batea” donde se juntaban los exiliados chilenos en tiempos de la dictadura de Pinochet. Entre varios, Antonio Skármeta, era un asiduo cliente. Los dueños, los Vergara, son chilenos y las meseras son guapísimas cubanas. La mayor parte de los clientes son alemanes que practican su castellano con interlocutores bilingües. El menú tiene los platos más conocidos de los países latinoamericanos.

Cuando los veo servir en las mesas, me doy cuenta que la fusión culinaria ha tenido lugar en todo el mundo. Noto que al momo saltado y a la papa a la huancaína le han añadido otros ingredientes, quizás sauerkraut. En una mesa charlamos Riccardo Badini, el editor de el libro La resurrección de los muertos de Gamaliel Churata, Marco Bosshard, crítico suizo de literatura latinoamericana, y quien escribe estas líneas. La mesera nos sirve con una cálida sonrisa y empezamos a comer empanadas de carne y queso, acompañadas de pico de gallo (salsa mexicana) y tomamos vino chileno, en un afán de encontrar un pedazo de Latinoamérica en la fría ciudad de Berlín.

Se prolongan las conversaciones del eventoen La batea. Marco Bosshard se despide y nos deja a Riccardo y a mí. Con canciones de Willy Colón y Luis Gatica de música de fondo, hablamos sobre Gamaliel Churata y pedimos una segunda jarra de vino. De pronto irrumpe el tema de los manuscritos del autor de El pez de oro. Le cuento a Riccardo que corre el persistente rumor en el Perú de que él posee los originales y, cuando le llegué la época de las vacas flacas, los peruanos piensan que él los venderá a alguna biblioteca europea o norteamericana para asegurar una holgada vejez. Riccardo se incomoda, enuncia un “porca madonna), pierde su humor italiano y me aclara, con voz alta, que el rumor es tan falso como la honradez de Alan García Pérez y sus secuaces. Me enfatiza que los herederos de Gamaliel Churata no fueron tontos. Saben quien fue su padre y atesoran sus manuscritos. Él solo posee fotocopias de ellos y que si no se apura en procesarlos los va a perder definitivamente. Añade que las copias fotostáticas se hacen cada vez más borrosas con el paso del tiempo y, al paso que va en su investigación, solo va a quedar una ruma de papeles amarillentos en pocos meses.

Luego de la aclaración Riccardo está más calmado. Ha recuperado el humor. Le hago más preguntas y me cuenta una larga historia de cómo tuvo acceso a los manuscritos. Yo ya sabía parte de la historia después de leer entrevistas que le hicieron a Riccardo. Le hago preguntas aclaratorias sobre los libros inéditos y los hijos de carne y hueso de Churata. Me da la primicia que con la ayuda de una colega sarda están organizando y haciendo la edición crítica de los poemas inéditos en la Universidad de Cagliari, Córcega. Me cuenta que Fedor Peralta, hijo mayor de Churata residente de la ciudad de Nueva York, ha fallecido el año pasado. Los dos hijos sobrevivientes están en base siete. Estrella Peralta y Amarat Peralta están todavía vivos y no son tan afluentes como otros rumores los pintan. Estrella trabaja en una empresa de limpieza en la ciudad de Nueva York y Amarat trabaja en una panadería en la ciudad de Miami.

Hablamos sobre el perdón que el congreso peruano le ha dado a la memoria de Gamaliel Churata a principios de febrero de este año. En este evento habló en nombre de la familia Estrella Peralta y leyó un emotivo discurso. Coincidimos en el comentario que fue un buen gesto del gobierno peruano, pero si se quiere hacer un verdadero reconocimiento al autor de El pez de oro, el congreso debería repatriar
los manuscritos para que sean depositados y procesados en la Biblioteca Nacional del Perú. Así estarán disponibles para los investigadores de todo el mundo.

Esta propuesta no es tan disparatada. El congreso y el gobierno peruanos ya están otorgando pensiones y premios a artistas y escritores. En una época de bonanza económica 100 mil dólares, por ejemplo, no son nada si contribuyen para la creación de un fondo el gobierno peruano y las corporaciones que están haciendo de las suyas en la exitosa economía neoliberal. Si los funcionarios de la Biblioteca Nacional no se apuran, una biblioteca europea o norteamericana va a comprar los manuscritos a sus herederos. Otra vez los ciudadanos peruanos residentes en su país se verán privados de la consulta de estos documentos que necesitan ser estudiados. Las novedades sobre nuestra cultura e historia vendrán desde afuera como siempre ha ocurrido. La repatriación de los manuscritos será el verdadero reconocimiento que se espera de parte del gobierno peruano. 

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