CUANDO
LA PROGRAMACIÓN CURRICULAR SE CONVIERTE EN UN DILEMA
Como cada nuevo año,
todos y cada uno de los colegas experimentan la dificultad de revisar sus
programaciones anteriores, carpetas de trabajo, entre otros insumos, a fin de
planificar el nuevo año escolar. No obstante, este ejercicio puede quedarse
sólo en ese nivel, si no se asume una actitud innovadora. Si bien en muchas
escuelas del país, es cada vez más generalizado hacer la planificación del año
de manera conjunta, esto aún no llega a resolver el problema de fondo, el
dilema entre lo malo conocido y lo bueno por conocer.
Consultados sobre
cómo hacen sus programaciones anuales, en estricto cumplimiento a la
normatividad emitida por el Ministerio de Educación, los maestros coinciden en
señalar que cumplen los requisitos que este ente rector les exige, pero ¿ello
representa un cambio significativo a favor de los estudiantes? ¿Han hecho los
docentes una evaluación de su propia práctica docente? ¿Existe en las
instituciones educativas del país la cultura de la evaluación institucional?
Del mismo modo, bien
cabría preguntarnos si cada maestra o maestro, se ha interpelado a sí mismo
sobre su rol en la educación. Es imperativo, como maestros, preguntarnos si
nuestros estudiantes siguen siendo el centro de nuestra propia práctica docente
dentro y fuera del aula. Y es ahí en donde se trazan dos caminos distintos: el
de generar nuevas y mejores experiencias o el de repetir lo ya conocido, pese a
que no siempre puede funcionar o ser relevante.
Un error frecuente es
desaprovechar las experiencias de los colegas. No estamos hablando de copiar
sus técnicas o carpetas de trabajo, sino de recoger las más relevantes e
incorporarlas a nuestro quehacer. La idea que no debemos dejar de lado, es que
nuestra programación debe de trazarnos un norte para el trabajo en el año. No
será una camisa de fuerza, pero sí una matriz para hacer nuestro trabajo cada
vez mejor.
En los días previos
al inicio del año escolar, bien valdría la pena revisar lo nuevo y empezar a
aprenderlo para mejorar nuestro trabajo. Nuevos conocimientos sobre nuestra
área o especialidad, serán elementos vitales para darle un nuevo enfoque a
nuestro quehacer en el aula. Asimismo, es imprescindible revisar nuestros
materiales y adaptarlos al grupo que nos podrían asignar en el período a
iniciarse. Nada más lamentable que hacer más de lo mismo, de la forma de siempre. No olvidemos que nuestros
estudiantes del año anterior nos han hecho cierta fama entre nuestros nuevos
estudiantes. Nos han generado una imagen positiva o negativa, a la que debemos
de afrontar con el mayor de los profesionalismos.
Ningún cambio sería
válido si no ha habido una revisión interior y un cambio personal. Aprovechemos
la experiencia del trabajo docente para recoger y avivar las inquietudes de
nuestros estudiantes. Saquemos provecho a sus dudas e inquietudes, para buscar
nuevas respuestas, en lugar de hacer silencios e imponer arquetipos por el
simple hecho de no asumir que hay algún aspecto que hemos dejado de lado.
De igual forma, tomando
el pensamiento de Confucio “la esencia del conocimiento es su aplicación”, es
recomendable que empecemos a poner en práctica lo aprendido y hacer esta misma
invocación a nuestros estudiantes. Poco o nada sirve aprender conocimientos
nuevos, si no somos capaces de sacarles provecho en la vida cotidiana. Y ese es
el compromiso de los docentes, generar nuevos aprendizajes, que puedan ser
aplicados en la vida y que permitan que sus estudiantes desarrollen al máximo
sus habilidades y competencias.
Esta decisión entre
innovar o repetir puede marcar la diferencia para este nuevo año escolar.
Asimismo, en nuestro propio desarrollo laboral, repercutirá en un cambio
positivo que realmente constituya un año más de experiencia profesional en
lugar de uno más de repetición.
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